A ESTA GENERACIÓN.
- MICHAEL SAPORTAS
- 13 nov 2018
- 6 Min. de lectura
Este pedazo de tierra llamado Colombia día a día se tambalea con la fuerza de un pueblo que no ha conocido en su historia un solo momento de paz, lo que reivindica la razón por la que no cesa la sangre. Atropellan y subestiman el valor de las nuevas generaciones, aquellas quienes han demostrado que tienen en sus manos la oportunidad de encontrar los cambios ideológicos y culturales determinantes que pide a gritos el país.

He visto como la comunidad internacional, los medios masivos de comunicación y algunos cuantos personajes que me encuentro por las calles de la ciudad de Cali se unen para construir una conveniente imagen de lo que somos los llamados "Millennials", digo conveniente porque cada vez tenemos más influencia de cara a la situación social y es algo que a muchos no les cae muy en gracia. Hemos crecido siendo etiquetados de mil formas, como hijos de la izquierda, comunistas revolucionarios, suicidas, la generación débil, etc. No digo que lo anterior no sea una realidad, que somos sensibles ante el mundo, que nos quejamos de todo, que algunos optamos por pensar diferente, otros adoptan el progresismo, marxismo o cualquier otra corriente, pero para mí esto no es cuestión de edad. Cada persona crece bajo circunstancias diferentes, en este caso, la desigualdad y por ende la pobreza que trae consigo el capitalismo en Latinoamérica hace que algunos, por obvias razones, lo rechacen, o más bien se opongan a seguir viviendo bajo el mismo sistema, porque saben lo que es sufrir en él, saben lo que es no tener oportunidades, convivir con la des-financiación educativa, es indignante ver cómo el campus universitario se derrumba, que los éxitos no los valoran, que nadie puede demostrar de lo que es capaz en el propio lugar donde nació sino que debe migrar a Estados Unidos para que por fin lo aprecien y le agradezcan por su trabajo, su talento.
Es pertinente aclarar que estas son solo imposiciones. Son estereotipos que han surgido porque la gente de afuera, esa que nos ve protestar, notan que respondemos a ese afán que nos identifica por encontrar una salida a las dificultades políticas, le recriminamos al gobierno lo que hace bien y lo que hace mal, le reclamamos nuestros derechos como estudiantes, como personas, ciudadanos y seres humanos. Esto no es propio, es una herencia, es normal y necesario atravesar la edad para abrir los ojos. El 8 de junio de 1929 tras la muerte de Bravo Pérez a manos del despotismo encarnado por el entonces presidente Miguel Abadía Méndez, se conmemoró el día del estudiante, desde su asesinato, la historia de los movimientos estudiantiles en Colombia se empieza a marcar en dicha estela de lucha, sangre y represión, situación que no ha cambiado mucho en la actualidad, casi cien años después. Pertenecer a una universidad pública sigue siendo sinónimo de vagancia, rebeldía, nunca ha significado algo importante, como lo que debe ser, ni para el estado ni para la sociedad. Durante la dictadura de Rojas Pinilla, en la conmemoración del 8 de junio de 1954, jóvenes de la universidad nacional desfilaban por la calle 26 camino a los predios del campus luego de visitar la tumba de aquel muchacho. La fuerza policial irrumpió en el lugar en donde se iban a tener lugar las justas deportivas. Uriel Gutierrez, un estudiante de medicina y filosofía recibió un impacto de bala al oponerse. Posteriormente, en las marchas que dieron lugar en el centro de Bogotá en vista a lo ocurrido, acontece una masacre sin precedentes, nueve estudiantes fueron baleados mientras coreaban himnos de justicia. Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich, Jaime Moree Ramírez, Rafael Chávez Matallana y Carlos J. Grisales. La lucha continua, contra el atropello del estado y los prejuicios de esta sociedad, inocente de la culpa de pensar cómo lo hace, que se ha convertido en victima del mounstruo amarillista que corrompe lo que sucede y tiene la potestad de decidir por cuarenta millones de personas lo que está bien y mal, de definir héroes y villanos. Nos divide. Ha hecho lo inimaginable, puso al pueblo contra nosotros para vestirse de salvador.
A esta generación le queda una doble responsabilidad sobre la espalda. Debe cargar con el peso de los adoctrinados por las élites. Tendrá que hacer el papel del hermano que tiene la obligación de responder por la inocencia de su co sanguíneo menor. Creo firmemente en que somos capaces, pese a que muchos "Millennials" de verdad correspondan a aquellos estereotipos con los que nos han tachado en lo que va del siglo XXI, también somos una mayoría que sale a gritar a las calles. Sabemos amar a esta patria bien y somos inclusivos con la comunidad lgtbi, afro e indígena. Respetamos la diferencia, ya no tenemos la venda negra de la religión. Existe un rumbo claro, fuera del sometimiento del conservadurismo que suficiente daño ya ha hecho. Nos desligamos cada vez más de esta horrible mancha en nuestra cultura. Cada vez confió más, todos los días escucho en la radio y veo en las redes sociales historias de artistas que se empeñan en devolvernos ese orgullo nacional que por tantos años ha parecido estar perdido o quizás ignorado. Al ponerme los audífonos y escuchar a Monsieur Periné, recalco esa mezcla de ritmos. La voz de Catalina García acompañada de los Rolling Ruanas en la canción Hoy Para Siempre, es sin duda una pieza impresionante, como se apropian de los sonidos, a música campesina, tiple y guacharaca, así suenan nuestras raíces, así se escucha un pueblo que está despertando y se está desatando de los yugos.
Seguimos corriendo por las calles en Cali, Bogota, Medellín, Popayan, en todos esos rincones, lugares por los que transitamos para estudiar, trabajar y sobrevivir en esta bella parte del continente que nos acoge. La batalla seguirá hasta conseguir los derechos que nos pertenecen. No importa si el mundo entero se nos viene encima, si mantenemos el valor de la contracultura en lo alto, estaremos resistiendo.
No somos los mismos autoritarios, sumisos o adoctrinados de otras épocas, somos esos mamertos que se preocupan por la naturaleza, que se educan, no comemos entero lo que nos dicen los medios privados de comunicación, Caracol, RCN, Revista Semana, El tiempo, El País. Pronto no será fácil mentir, hacer fraudes como el de aquel 19 de abril de 1970 cuando en la cara de esta nación violaron la democracia.
Prometemos ser progres, comunistas, marxistas, ultra derechistas, lo que sea, lo incluimos en la mesa de la libertad de opinión e ideas, porque este país debe estar abierto al libre pensamiento, que es algo que al parecer pocos protagonistas con poder no han aprendido a respetar, además de influir en muchos a que tampoco lo hagan, desencadenando la violencia ya conocida que de hecho aun prevalece.
Johnny Silva murió el 22 de septiembre de 2005 en medio de un ataque perpetr0ado por el ESMAD dentro de las instalaciones de la Universidad del Valle. Su muerte se suma al prontuario del grupo antidisturbios y como no es de extrañar, catorce años después de lo ocurrido aun no se esclarecen los culpables. Recientemente sus padres han tomado la decisión de acudir a el apoyo de la CIDH, pues la justicia colombiana demostró nuevamente su ineficiencia. El estudiante de ingeniería Química tuvo que huir como varios de sus compañeros y ya que poseía una enfermedad congénita que le impedía correr, fue alcanzado por un proyectil. Las personas que se encontraban en el lugar estaban dentro del claustro y habían instalado un campamento, sin embargo, el derecho a la protesta pacifica es inviolable. Únicamente debían cumplir con mantener el orden, lastimosamente la consigna no se cumplió y el joven universitario murió al llegar sin signos vitales a la Fundación Valle del Lili cerca de las 7:00 p. m.
Como él muchos otros han sido victimas de esta guerra, el estado y lo estudiantes, una problemática que parece no tener un fin cercano. Es esta nuestra juventud, violentada, desprestigiada. No es esto lo que merecemos. Quisiera un país que vea más allá de lo banal. No somos bandalos, ni vagos o mantenidos, entiendo perfectamente que esa es la imagen que se les enseña, pero hay algo más que eso. Un proyecto en desarrollo de nuevos músicos, científicos, deportistas, que esperan no recibir de ustedes, los que nos ven protestar, si, esos que se paran en las calles mientras se mueven las pancartas y se agitan los gritos, la espalda que nos han dado por años, porque sus hijos también conocen o conocerán las consecuencias positivas o negativas de este sistema.
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