top of page

SIN IDENTIDAD.

  • MICHAEL SAPORTAS
  • 7 ene 2019
  • 4 Min. de lectura

Nuestro continente no tiene amor de patria, no se conoce a sí mismo, se identifica con sus verdugos, con la sangre europea, con las costumbres gringas, se avergüenza de sus raíces y peor aún, ha aprendido a adoptar como suyas tradiciones y religiones ajenas. Los conquistadores hicieron bien su trabajo.

Desde la Patagonia y hasta el norte de México existen alrededor de 522 pueblos indígenas, cada uno con distintas características que han logrado perdurar en cada generación durante siglos y hasta la actualidad. Nosotros, al ser parte de una sociedad que ha cimentado sus principios y valores olvidando a sus verdaderos congéneres, no hemos podido, aun después de dado el proceso de independencia, asimilar que somos de aquí y no de allá, que nuestra sangre es indígena, que este territorio no le pertenece a las multinacionales que vienen a explotar y deteriorar la madre tierra ni mucho menos es dueño de esa cultura que ahora parece tan arraigada pero que tiempo atrás fue el instrumento clave para el sometimiento.

El problema no recae únicamente en quienes nos gobiernan, algunos han crecido pensando que, por ejemplo, llamar indio a alguien, (normalmente en referencia a los indígenas pero con el desconocimiento de la diferencia entre ambos términos), es un insulto, una humillación, otros, por otro lado, pretenden inventarse una imagen ajena, “lo que es de Francia tiene más calidad y hasta luce mejor por ser de allá”, por lo tanto lo que es de aquí debe ser tildado de poco valor, ordinario. Sin embargo, la mayoría no tienen del todo la culpa, pues, yéndonos a asuntos económicos, los precios de los productos nacionales acaban siendo más costosos gracias a la mala planificación de los Tratados de Libre Comercio (TLC), así que se ven obligados a apropiarse primero de lo de afuera antes que de lo que con esfuerzo producen las manos del campesino o artesano; ambos tan desprestigiados y abandonados por el estado y la misma nación que vive de ellos.

Las circunstancias no son muy diferentes dependiendo del país del que se hable. El fanatismo religioso es utilizado para mover a las masas a tomar decisiones equivocadas en vista a sus dirigentes, hablar de homosexuales es suficiente para manipular a una gran cantidad de personas. En Colombia durante el plebiscito, muchos, movidos por las mentiras y el miedo llegaron a pensar que de ganar el SÍ en el proceso de paz, sus hijos correrían un supuesto peligro al verse sometidos a políticas de carácter LGTBIQ+, sumado esto a las preferencias sexuales de una de las partidarias del voto a favor, Claudia López. La iglesia sigue teniendo alto poder de control sobre las decisiones que competan al estado, además de que, para colmo, no pagan impuestos; meten las manos en temas como lo que respecta a la aprobación del aborto, una decisión que merece mucho más desarrollo investigativo y que no debe caer únicamente en cuestionamientos cristianos. Son estas las consecuencias de un continente que se desarrolló históricamente sin aprender a desligarse de dichas imposiciones. Se toman las doctrinas religiosas incluso con mayor exageración que países con muchos más años de tradición.

Aunque no parezca ser así, los problemas sociales, económicos y hasta políticos, parecen provenir de esa crisis de identidad, de nuestra falta de nacionalismo. Es indignante la forma en que se le maltrata al indígena, convirtiéndolo culturalmente en una burla, arrebatándoles sus tierras, dejándolos a la deriva de la guerra entre los grupos armados y quienes pagan para sacarlos del camino. En Chile no paran los desalojos al pueblo mapuche (en la Araucanía), las empresas forestales y los terratenientes insisten en usurpar sus tierras ancestrales. Desde el 14 de noviembre del 2018 no se ha dejado de pedir justicia por la infame muerte de Camilo Catrillanca, uno de los jóvenes de la tribu, quien recibió un disparo en la cabeza por parte de los carabineros.

El ascenso de Jair Bolsonaro parece implicar futuras graves consecuencias en el impacto ambiental al Amazonas y hacia las comunidades que allí viven. Brasil es el país donde mayor número de pueblos indígenas hay, tienen un total de 241 poblaciones, seguido de Colombia con 83 y México con 67. El esfuerzo de los medios debe velar por la transformación de la visión que se tiene actualmente sobre estas comunidades, por otro lado, no pueden seguir cayendo en el error de relegarlas al olvido, porque olvidarlos a ellos nos seguirá condenando a negar nuestras raíces. Como bien se ha dicho en tan célebre frase “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” y tal vez también este sentenciado a conocer sus opresores antes que a sí mismo.

La salida a todo este tormento social recae en un proceso de auto reconocimiento que debe empezar desde las aulas de clase, teniendo en cuenta principalmente el papel primordial que juegan los conocimientos de historia en la sociedad. El sistema parece que no refleja resultados, pues tenemos grandes personajes insignes en el senado a los que les cuesta sumar y nuestro presidente posee desconocimiento absoluto de lo que fue nuestra independencia, aquella que a los días de hoy parece más un mito que una realidad.

Comentários


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

dabbadu.com Creado con Wix.com

  • Instagram - Black Circle
  • Facebook Round
  • Twitter Round
  • Google Round
PUBLICIDAD
  • Facebook Social Icon
  • Twitter Social Icon
  • YouTube Social  Icon
  • Instagram Social Icon
bottom of page